Por fin era viernes y, como cada semana, sus amigas
y ella habían quedado en el mismo sitio de siempre. Todas charlaban y reían
como de costumbre, pero la mente de una de ellas andaba en otro lugar. La joven
no podía dejar de devorar sus uñas, preguntándose dónde podría haberse metido
su chico. Pero la espera no tardaría en llegar a su fin, tras varios minutos
que para ella fueron horas, las puertas del bar se abrieron de par en par. Nada
más cruzar la entrada, todas las miradas se dirigieron hacia él, era siempre el
centro de atención allá adónde iba. Como si llevaran años sin verse, la
inquieta novia dio un brinco de su taburete y corrió a su encuentro como una
flecha. La pareja se fundió en un intenso abrazo, a ella le encantaba esa
indescriptible sensación de tenerlo entre sus brazos, aunque lo que más le
gustaba era, sin lugar a dudas, ver cómo los celos invadían la cara de sus
amigas.
Para las amigas de ella, él era el hombre perfecto,
todas suspiraban cada vez que aparecía. Era un joven alto y atractivo, de muy
buena apariencia. Ninguno de los otros chicos de por allí vestía con tan buen
gusto, nunca dejaba ni un solo detalle de su imagen al azar. Además, era
simpático y educado, pero no aburrido. Era listo e ingenioso, pero no
arrogante. También era detallista y generoso, lo primero que hizo, después de
saludar a todas sus amigas, fue ir a la barra para invitar a su chica. Cerveza
sin alcohol para los dos, como no, ella quería que fuera así. En cambio, los amigos de él pensaban algo muy distinto. ¿Qué había sido de su viejo amigo?, aquél
que no creía en el amor, el mismo que siempre sería un alma libre. Ellos bien
lo sabían, poco a poco se había ido convirtiendo en una persona diferente.
Ahora era el blanco de todas las bromas, los suspiros de las chicas no eran
nada al lado de las risas de sus compañeros. La primera vez que apareció con
aquella pajarita que su “amor” le había regalado, las carcajadas se hicieron
eco por todas las paredes. Luego vendrían el jersey de punto de las últimas
navidades, la camisa de lino y aquellos mocasines que ni siquiera su padre se
pondría. Y aunque él siempre hiciera ver que nada le importaba, la realidad era bien distinta.
Todo aquello llevaba varios días rondando su cabeza,
¿por qué tenía que vestir esa ridícula pajarita de la que todos se reían? ¿Y
por qué tenía que beber esa estúpida cerveza sin alcohol que no sabía a nada?
El olor dulzón de su colonia, esa que ella misma le había regalado por su
último aniversario, comenzó a invadir cada uno de los rincones de su cuerpo,
¿era posible que hubiera algún olor más desagradable en el mundo? ¿Cuándo
demonios había dejado de tomar sus propias decisiones? Las risas de sus amigos
comenzaron a resonar en el interior de su cabeza, cada vez con más intensidad,
hasta que ya no pudo más. Todas aquellas emociones que tanto tiempo llevaba
reprimiendo al fin verían la luz, cuando reventó las jarras de cerveza contra
el suelo y lanzó un grito de ira que dejó el local enmudecido.
El hombre perfecto, Parte 2:
http://lasvidasquenofueron.blogspot.com.es/2017/04/el-hombre-perfecto-parte-2.html
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Foto: El Gran
Gatsby (The Great Gatsby) (2013) Dir. Baz Luhrmann