miércoles, 30 de noviembre de 2016

Buenos tiempos, malos tiempos

En los días de su juventud, le contaron qué significa ser un hombre. Ahora ha llegado al fin a esa edad, y está intentando hacerlo lo mejor posible. Pero no importa cuánto lo intente, siempre acaba metido en la misma mierda. Buenos tiempos, malos tiempos, ella bien sabe que ha tenido de todo. Y aunque su mujer se marchó de casa para irse con aquel tipo de ojos castaños, bueno, parece que nunca le ha preocupado mucho.
Sólo dieciséis años, se enamoró de la chica más dulce de todas. Apenas habían pasado un par de días, pero ya había pasado de él. Ella le juró que sería sólo suya, sí, y también que le amaría hasta el final, cuando él le susurró al oído: “Ya he perdido otra amiga”. Buenos tiempos, malos tiempos, él mismo sabe que ha tenido de todo. Y aunque su mujer volvió con el rabo entre las piernas, bueno, parece que eso tampoco le importó mucho.
Buenos tiempos, malos tiempos, todo el mundo ha tenido de todo. Y cuando su mujer se volvió a largar con todo su dinero, bueno, parece que entonces empezó a preocuparse. Él sabe mejor que nadie qué significa estar solo, y claro que le gustaría volver a su hogar. No le importaba lo que hablara la gente, porque iba a amarla todos y cada uno de los días de su vida. Ella es la única que puede sentir cómo late su corazón, aquella dulce niña que por fin entendió que nada podría separarles.

Versión libre de “Good Times, Bad Times”
Álbum “Led Zeppelin I” (1964) Art. Led Zeppelin

Good Times Bad Times Led Zeppelin I
Foto: Portada del Álbum “Led Zeppelin I” (1964) Art. Led Zeppelin

domingo, 27 de noviembre de 2016

Uno de los muertos, Parte 2

La sangre y el dolor habían teñido de rojo y negro los últimos años de su vida, el amable azul del pequeño pueblo costero donde creció quedaba demasiado atrás. Su pasado fue enterrado poco a poco por el paso de los años, y también por los llantos y los ruegos de sus víctimas, aunque su versión de los hechos fuera bien diferente. No era ningún loco solitario, las misiones que cumplía –o, al menos, así es como ellos lo llamaban– venían siempre desde arriba. Los medios hablaban casi a diario de él y los suyos como una banda de criminales, lejos de la idea de justicia que movía cada uno de sus pasos. Y es que la elección de sus blancos nada tenía que ver con el azar, eran ellos los malhechores que debían pagar sus cuentas pendientes.
Sin embargo, al infeliz que había sido secuestrado poco o nada le importaban las razones que movían a aquel grupo de locos. ¿Qué importaba lo que él hubiera hecho?, se lamentaba ingenuamente, ¡aquel tipo de negro no era quién para juzgarle! Y a pesar de que lo pensara de verdad, no podía dejar de llorar y rogar por su vida, tratando de encontrar en su captor algo de aquella compasión que él jamás había tenido. ¿Quién podría haber imaginado que aquel pobre hombre era en realidad un monstruo?, a la mañana siguiente los periódicos únicamente hablarían de una nueva víctima a manos de unos perturbados, y nadie conocería nunca la verdad detrás de aquella muerte. No era la primera vez que aquel hombre fundido con las sombras hacía algo así, ni tampoco iba a ser la última, desde luego. La organización se cruzó por su camino cuando era todavía muy joven, dando algo de sentido a una vida que se presentaba sin rumbo. Y no era una excepción, la mayoría de los que entraban en aquel mundo no eran más que niños que, al igual que él, andaban perdidos por la vida.
Aquel muchacho risueño que un día fue se había esfumado por completo, en su vida ya no había nada más allá de la organización. Su madre seguía preguntándose cada día qué sería de su hijo, aquel niño tan amable y cariñoso que le había regalado los mejores años de su vida. Pero para él era imposible recordar nada de aquello, la oscuridad de su corazón había borrado de su memoria los dulces momentos de su infancia, y también otras muchas cosas. Llegado el momento de poner fin de una vez por todas a aquella escena, su pulso no temblaría lo más mínimo al apretar el gatillo de la pistola, aunque en realidad fuera él quien ya estaba muerto por dentro.

Goodfellas Uno de los Nuestros Martin Scorsese Joe Pesci Robert de Niro Ray Liotta
Foto: Uno de los Nuestros (Goodfellas) (1990) Dir. Martin Scorsese

sábado, 19 de noviembre de 2016

Uno de los muertos, Parte 1

Apenas llevaba un par de minutos fuera, pero el traje negro que le acompañaba a todas partes ya se había fundido con las sombras de la noche. Poco más que oscuridad había por aquel sitio remoto, la llama del cigarrillo que sostenían sus heladas manos era lo más parecido a una luz que podía verse por allí. La elección de una pequeña caseta perdida en mitad de la nada no había sido fruto del azar, nadie podía enterarse de lo que allí estaba ocurriendo. Era el momento de volver adentro y acabar de una vez por todas lo que había empezado, ya se había entretenido demasiado, así que se apresuró en poner fin a la vida del pitillo con una intensa calada.
Atado de pies y manos a una vieja silla y con la boca amordazada, el hombre que esperaba dentro sintió un horrible escalofrío cuando vio la puerta abrirse de nuevo. Cada paso que daba hacia él aquel desconocido hacía correr un nuevo temblor por su cuerpo, ya se había divertido bastante a su costa o, al menos, eso era lo que él pensaba. Y aunque le costó todo un mundo asumirlo, finalmente entendió que no había manera de escapar de allí, por lo que decidió cerrar sus ojos y hacer volar su mente. ¿Cómo podían haber cambiado así las cosas de un momento para otro?, aquella misma mañana había estado jugando como un niño con sus hijas pequeñas, y por la tarde había quedado con aquellos amigos que tantos meses llevaba sin ver. Precisamente, fue de camino a aquel esperado encuentro cuando, sin previo aviso, recibió un tremendo golpe en la cabeza. Lo siguiente que vería al abrir los ojos serían aquellas cuatro paredes negras que, si nadie lo impedía, iban a presenciar su final.
¿Por qué a mí?, se repetía a sí mismo una y otra vez, entre lágrima y llanto, convencido de la injusticia y la crueldad del destino. Sin embargo, a pesar de aquellos lamentos, lo cierto es que nada de casualidad había en lo que le estaba sucediendo. El hombre de negro que lo había arrastrado hasta allí sabía muy bien quién era él y las cosas que había estado haciendo, de nada le iba a valer seguir ocultando sus secretos más inconfesables. Si el perdón era la llave de su salvación, no parecía que aquel día fuera a tener suerte, había llegado la hora de pagar por sus pecados.

Uno de los muertos, Parte 2:
Reservoir Dogs Quentin Tarantino
Foto: Reservoir Dogs (1992) Dir. Quentin Tarantino

lunes, 7 de noviembre de 2016

Camino a la belleza, Parte 2

Ninguna noche antes había sido tan larga como las últimas, su cama nunca había visto dar tantas y tantas vueltas entre los recovecos de aquellas viejas sábanas. Y no es que tuviera compañía, más allá de esa soledad que le arropaba cada noche, aunque no le habría importado en absoluto que así fuera. Ella no podía saberlo todavía, pero su nueva compañera de rellano se había convertido en la ladrona de sus sueños. Ya no habría otra imagen en su mente que no fuera ella, los nervios y otras emociones que era incapaz de comprender no tardarían en ahuyentar a esa tranquilidad que llevaba años persiguiendo. ¿Quién habría dicho que ahora era uno de esos idiotas de los que se compadecía hacía sólo unas semanas?
Al principio llegó a pensar que aquello no podría durar mucho, pero pronto se dio cuenta de que sus pensamientos no iban a escapar de aquella mujer sin más. Sabía que la única manera de acabar con aquella maldita tortura mental era armarse de valor e ir a por ella. ¿Qué problema podía haber?, aunque hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez, ya había tenido que hacerlo en alguna que otra ocasión. Sin embargo, había algo en esa mujer que le hacía enmudecer casi por completo cada vez que se cruzaban. Quizá fuera por ese azul tan claro que parecía dar vida propia a sus ojos, o tal vez fuera por el brillo dorado que irradiaba su larga melena. Lo único seguro era que, cada vez que dejaba escapar la oportunidad de hablar con ella, se acababa sintiendo realmente estúpido. ¿Por qué sería tan complicado?, ¡cuántas veces había perdido la noción del tiempo jugando a imaginar qué podría decirle! Pero al final todos esos encuentros con los que soñaba despierto no serían más que fantasía, al igual que esa imagen de ella desnuda y cubierta de pétalos, como en aquella película, que era imposible borrar de su mente.
Y así pasaron, lentamente, los días, las semanas e incluso los meses. Y aunque todavía no hubiera sido capaz de articular palabra alguna en su presencia, en el interior de su cabeza ya eran cientos los momentos inolvidables que había vivido a su lado. Su deseo de sacarlos de allí y hacerlos realidad de una vez se hizo tan grande que, tras llenar sus pulmones con algo de aire y sobre todo de coraje, al fin logró encerrar sus miedos por un instante y emprender aquel largo camino que llevaba a su apartamento. Sin embargo, se llevó una gran sorpresa al ver abierta esa puerta que tantas veces había cruzado en sus sueños. El vacío de sus paredes pronto le hizo comprender que el último tren a aquella belleza había pasado ya. 

Camino a la belleza, Parte 1:

American Beauty Sam Mendes Kevin Spacey
Foto: American Beauty (1999) Dir. Sam Mendes

martes, 1 de noviembre de 2016

Camino a la belleza, Parte 1

El amor fue siempre la última de sus preocupaciones, ¿cómo podía haber gente que soñara con encontrar a alguien?, ¡había que ser idiota! Y no es que siempre hubiera estado solo, claro que no, simplemente pensaba que esas cosas sucedían sin más, si es que acaso tenían que ocurrir. Mujeres hubo en su vida, desde luego, hasta que en los últimos años la soledad terminó por convertirse en el único de sus amores. Y aunque sus ideas fueran firmes, lo cierto era que la triste venda que tapaba sus ojos le impedía ver que muchos otros ya se habían equivocado antes como él.
Las grandes emociones que habían llenado sus días ahora sólo formaban parte del pasado, ya hubo tiempo para eso y mucho más años atrás. El tiempo había hecho de la suya una vida tranquila sin quebraderos de cabeza, pero también sin alegrías, y tal vez él mismo también tuviera algo que ver. Los días del abandono se escapaban uno detrás de otro, los rayos del alba se colaban cada mañana a través de la vieja ventana de su descuidada habitación, volviéndose difícil de verdad distinguir si aquello era un nuevo día o si se estaba repitiendo de nuevo el anterior. Poco más que apatía podía encontrarse por los rincones de un apartamento que era realmente pequeño al lado del enorme vacío que llenaba sus paredes. Quizá no fuera la vida soñada por nadie, pero gracias a aquella calma había logrado sentir algo parecido a esa felicidad que tanto deseaba. Sin embargo, como siempre había sido y seguiría siendo, sólo era cuestión de tiempo que todo volviera a cambiar.
Una mañana que se había empeñado en copiar a las anteriores acabaría siendo totalmente diferente, el largo rellano que daba a su entrada estaba lleno de toda clase de objetos. Pero aquella mudanza no era ninguna novedad, siempre había gente entrando y saliendo de aquel apartamento al fondo del pasillo. Cuando parecía que nada iba a cambiar, las puertas del ascensor se abrieron de par en par para revelar la misteriosa identidad de su todavía desconocida vecina. Ya nunca olvidaría la primera vez que sus miradas se cruzaron, era la segunda vez aquella misma mañana que un rayo de luz iluminaba su deslucido rostro. Esas emociones que llevaban tanto tiempo durmiendo despertaron del olvido, todo su mundo empezó a tambalearse al ver la escultural silueta de aquella belleza alejarse hacia la puerta de su nuevo piso, ¿sería capaz de dar el paso y emprender aquel mismo camino?

Rrocky John G Avildsen Silvester Stallone Talia Shire
Foto: Rocky (1976) Dir. John G. Avildsen