viernes, 14 de octubre de 2016

Azares sin fortuna

Aunque todos a su alrededor jadearan como locos, él había enmudecido por completo. El cañón de la pistola estaba empapado por el sudor de su sien, y el dedo con el que estaba a punto de apretar el gatillo no dejaba de temblar. Aquella misma tarde le habían convencido de que la ruleta rusa no era más que un juego, pero no tardó en darse cuenta de que los dados y las cartas que tantas horas le habían robado nada tenían que ver con aquello. Si ganaba la partida, su vida podría volver de nuevo a la normalidad, por cortesía, eso sí, de la sangre del muchacho que estaba sentado frente a él.
Su chica nunca llegó a entender cómo el alcohol había convertido, sin que pudiera darse cuenta, lo que un día fue su vida en un juego sin reglas. Tan sólo unos meses atrás pasaba cada noche abrazado a ella, su amor era suficiente para llenar el vacío de su torturada alma, y así sería hasta que el azar se cruzó por sus caminos. Un día como otro cualquiera, seguramente un sábado, uno de sus amigos tuvo una gran idea: ¡qué bien lo iban a pasar en aquel enorme casino que nunca habían pisado! Y así fue, tanto, que volverían semana tras semana en busca de aquella sensación. ¿Cómo podían no haber ido antes? Nunca se había sentido tan vivo, no había apuestas sin copas, y no había copas sin mujeres. En poco tiempo, aquello se convirtió en su única vida, y todo lo que antes tenía había desaparecido, incluso ese amigo que había tenido aquella brillante idea. El alcohol hizo que todo sucediera mucho más deprisa, no fue hasta que llegó al borde del abismo cuando al fin entendió lo que había ocurrido. ¿De verdad le debía todo ese dinero a aquellos tipos? ¿Dónde se había metido su auténtica vida?
Pero todo apuntaba a que ya era demasiado tarde para hacer preguntas. El delirio del alcohol pronto dio paso al escalofrío de la muerte, nunca había arriesgado tanto en ningún otro juego, a cambio de tan poco. Todo por perder y nada que ganar, ¿por qué llamarían juego a aquella estupidez?, se repetía a sí mismo, una y otra vez. Justo en ese momento, le pareció ver, escondida entre la multitud, a su chica, llena de esa luz que ya no brillaba en su vida y con la mirada clavada hasta el fondo de su corazón. Había ido hasta allí sólo para rescatarle, pensó él, aunque tal vez no fuera más que un espejismo haciéndole ver todo lo que había perdido. Sin embargo, todavía era pronto para descubrirlo, el gatillo estaba esperando.

El Cazador The Deer Hunter Michael Cimino Robert de Niro
Foto: El Cazador (The Deer Hunter) (1978) Dir. Michael Cimino

No hay comentarios:

Publicar un comentario